No solo los niños deben adaptarse a la nueva «escuela virtual» durante la cuarentena. El aislamiento social obligatorio que impone la pandemia del Covid-19 presenta un cambio de paradigma también para la educación y la formación profesional de los adultos. Hoy, las instituciones que dictan programas basados en clases presenciales se ven obligadas a implementar un sistema de educación digital de manera rápida y eficaz. En ese sentido, la experiencia y el recorrido de los centros de formación a distancia puede aportar las claves para que esa «mudanza» no resulte un fracaso. Explorar la dinámica de ese modelo abre también la oportunidad de visibilizar las capacidades que desarrolla un profesional cuando estudia y se capacita desde su casa. Y cómo esas capacidades pueden resultar herramientas con valor diferencial en su currícula laboral.
Las reglas del mundo físico son diferentes que las del mundo digital. Por eso, aunque resulte obvio es crucial decir, antes que nada, que la enseñanza virtual o a distancia es diferente que la enseñanza presencial.
Dictar una carrera o un posgrado de manera virtual no se reduce a simplemente emular una clase en el aula. Por el contrario, implica articular la formación con otra lógica diseñada desde la pedagogía y basada en la experiencia del alumno, en donde las herramientas tecnológicas estén al servicio de lo pedagógico y no al revés.
El alumno demanda sistemas académicos sólidos, plataformas intuitivas y dinámicas, y docentes que los acompañen provocando su curiosidad, explicando dudas y desafiándolos
«No debe caerse en la simpleza que la enseñanza a distancia es tener una plataforma en internet», sostiene Kato Asato, director regional y fundador de la sede e-learning de la Escuela Superior de Creativos Publicitarios. «Implica la construcción de la arquitectura de un sistema educativo que utiliza multiplataformas digitales para alumnos con comportamientos distintos al alumno presencial», dice. Completa esta idea la magíster María Belén Mendé, rectora de la Universidad Siglo 21, que desde hace más de 15 años ofrece carreras a distancia: «La virtualidad implica una lógica interactiva y dinámica, centrada en el alumno; requiere diseño, implementación y evaluación permanente, y permite un grado de personalización en la educación que beneficia el desarrollo de las competencias particulares de cada persona».
Modelos en pugna
La formación a distancia se implementa en base a dos modelos: el de formación sincrónica (en vivo) y el modelo asincrónico (on demand). El primero implica asistir a clases de manera virtual desde casa, pero respetando días y horarios de cursada. El segundo funciona más como un «Netflix educativo», proponiendo paquetes de contenidos que los alumnos pueden descargar o visualizar a su ritmo, enmarcados en las pautas que dicta el programa de formación. Aquí, las diferentes opciones de plataformas virtuales disponibles para la enseñanza responderán a las necesidades del alumnado y a los objetivos de la formación. «Una plataforma es sólo el medio y canal, no la solución», explica Asato. «La solución está en saber qué necesitan los alumnos de mi institución y cómo es la mejor manera de enseñarlo y transmitirlo».
La enseñanza a distancia implica la construcción de un sistema educativo que utiliza multiplataformas digitales para alumnos con un comportamiento distinto al alumno presencial
Según Mendé, a la hora de definir qué método es más apropiado, «hay que considerar los recursos y características del alumno destinatario, evaluando la estabilidad de sus recursos e infraestructura tecnológicas, el manejo de los tiempos y su flexibilidad, y la convivencia con otras responsabilidades más allá de las formativas». En ese sentido, sostiene que resultan extremadamente relevantes el diseño de la experiencia formativa, la capacidad que el alumno tendrá para recibir feedback y la interacción alumno-alumno, alumno-docente.
Además de los dos modelos tradicionales mencionados, desde hace más de 15 años la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) implementa un tercer modelo combinado que podríamos llamar «asincronía sincrónica». Se lo utiliza, por ejemplo, en el Posgrado en Educación y Nuevas Tecnologías, para el cual se organizan sesiones de trabajo semanales con actividades que cada alumno desarrolla a su tiempo. Además, en el campus virtual se evalúa la evolución, se colabora y se discuten esos avances y, de manera ocasional, cada vez que resulta relevante se organiza un encuentro sincrónico.
En el contexto de la cuarentena, la modalidad sincrónica podría ofrecer un plus: el acercamiento social (virtual). La ventaja es que genera cierta «normalidad» dentro de este distanciamiento obligado o incluso la mejora.
Se trata de producir aprendizajes significativos. Y de abandonar la idea de que la calidad de una propuesta reside en la plataforma tecnológica que se usa»
Asato cuenta que sus alumnos presenciales en la ciudad de Buenos Aires ya adoptaron la modalidad online. Para esto, advierte, «hay que tener un sistema muy bien armado, basado en la conducta psicopedagógica de un alumno virtual», algo que a la Escuelita (nombre coloquial con el que se conoce a la Escuela Superior de Creativos Publicitarios) le tomó más de un año y medio desarrollar. ¿Qué pueden hacer entonces los centros de formación presenciales obligados a implementar ahora, en carácter de emergencia, una educación a distancia? Para Asato, no se puede improvisar y la responsabilidad como educadores debe ser muy fuerte: «Hoy muchos tendrán que adaptarse para pasar el momento, pero sería importante que construyan las bases de su propio sistema para 2022, entendiendo que la educación virtual es un sistema educativo y no un medio». El primer consejo para las casas de estudios acostumbradas a las clases presenciales es que echen mano a los recursos tecnológicos que ya resultan familiares para sus alumnos, de modo tal que no requieran de un aprendizaje extra por parte de ellos.
Habilidades adquiridas
La formación a distancia demanda ciertas capacidades de autonomía e incluso ciertas habilidades tecnológicas por parte del alumno, a diferencia de cierta «pasividad» implícita en el aula presencial. Todos coinciden en que el alumno virtual desarrolla una serie de habilidades que resultan claves en la formación de un buen profesional, tales como la autogestión, el compromiso, la organización de los tiempos, la voluntad y el manejo de la motivación, la selección crítica de la información y la capacidad para expresarse o comunicarse de manera asertiva. Además, optimiza el tiempo, el valor más preciado de cualquier profesional. Y favorece el desarrollo del multitasking, tan demandado hoy en día, al hacer posible que un alumno asista a una clase en vivo al tiempo que consulta terminología en línea o participa en un chat grupal.
«Lo que se transforma hoy es una manera de aprender más que una modalidad», sostiene por su parte Mendé. «El alumno demanda sistemas académicos sólidos, plataformas intuitivas y dinámicas, y docentes que los acompañen provocando su curiosidad, explicando sus dudas y desafiándolos con situaciones de reflexión. El trabajo colaborativo, el desarrollo del pensamiento crítico, el intercambio de experiencias con pares se garantiza a través de innumerables estrategias y didácticas en el aula virtual: retos, simuladores, aprendizaje basado en problema, proyectos transversales e interactivos». Es preciso hacer un muy buen análisis psicopedagógico del alumno virtual para sacarle más provecho a la experiencia.
La disciplina y la conducta son otras dos habilidades puestas a prueba en la formación a distancia. Según Mendé: «Un alumno que estudia a través de la mediación tecnológica en un modelo flexible, requiere desarrollar una conducta y un orden, con una lógica de avance gradual. La autonomía y la autogestión son dos competencias que los alumnos en estas modalidades requieren robustecer para llegar a resultados positivos».
Territorio para el encuentro
Si el aprendizaje es social, la tecnología juega, en este escenario, un rol fundamental como territorio de encuentro para esa socialización. Así lo indica Fabio Tarasow, coordinador general y académico de Flacso: «Al reconocer a la tecnología como un territorio de encuentro, es posible pensar allí diferentes actividades y formas de interacción entre los alumnos y de los alumnos con el docente». Se trata, además, de dar un uso diferente a la tecnología y no sólo pensarla como un puente por donde transita la información. Para Tarasow, «hacer es mucho más que escuchar una explicación; hay que brindar oportunidades para que los alumnos generen algo significativo con los contenidos. Se trata de producir aprendizajes significativos.
Y de abandonar la idea de que la calidad de una propuesta reside en la plataforma tecnológica que se usa. Las plataformas son un soporte (mejor o peor) pero lo que cuenta para la calidad y éxito de la propuesta es el racional didáctico que se haya puesto para pensar las actividades».
¿Cómo impacta en las relaciones laborales la formación a distancia? En el caso de la Escuelita, Asato cuenta que la red de alumnos, ex alumnos y profesores que se fue generando a lo largo de tres décadas es tan inmensa, que actualmente representa una comunidad profesional en todo el mundo (especialmente en Latinoamérica) que funciona como un LinkedIn especializado en Publicidad. En ocasiones, el sentimiento de comunidad entre el alumnado virtual llega a ser más fuerte que el presencial. Dice Asato que los alumnos entablan unos lazos de amistad tan fuertes que la Escuelita decidió implementar el «viaje de egresados» en Buenos Aires, para que alumnos y profesores de todos los países vengan a conocerse personalmente y pasen unas vacaciones educativas juntos al final de la cursada.
La educación es una experiencia social y debemos proponer encuentros en comunidad, porque la interacción es un factor clave
Otra de las instituciones que lleva un recorrido en la educación virtual es Acámica, una academia tecnológica que desde 2013 ofrece experiencias de aprendizaje 100% remotas, incorporando luego el formato semipresencial. Su director, Ignacio Puig Moreno, remarca la idea de que la educación es una experiencia social y afirma que «podemos y debemos proponer encuentros en comunidad, porque la interacción es clave». Algunas de las herramientas que proponen desde Acámica apuntan a generar debates y trabajo colaborativo durante el aprendizaje en vivo pero también la invitación a que los alumnos se contacten unos con otros por su cuenta para desarrollar proyectos juntos. Además, se organizan eventos online para conectar grupos de estudiantes y docentes, y también otros hacia afuera, abiertos a la sociedad, como el ciclo de cafés virtuales que lanzaron recientemente. En la educación a distancia, la capacidad de generar comunidad no conoce fronteras. Tarasow, destaca cómo este formato permite «romper barreras geográficas y diversificar los espacios y formatos de interacción», enriqueciendo a las personas al vincularlas con gente de diferentes regiones y países.
En esto, destaca el efecto democratizador de la educación virtual, en la medida en la que presenta una oferta de calidad allí donde hoy no existe otro tipo de oferta de estudio.
Adaptación en tiempo récord
¿Qué sucede con las escuelas de formación profesional que no ofrecían hasta ahora la opción virtual sino presencial? La Escuela Da Vinci es una de las que afrontaron el desafío sin demoras. Tal vez por tratarse de una entidad dedicada a la formación en arte digital, cuenta con la ventaja de que su alumnado es altamente tecnológico. Carlos Martínez, su director de Relaciones Institucionales, explica que en 72 horas lograron adaptar el sistema de enseñanza al virtual, organizando el material, informando al alumnado e incluyendo videoconferencias semanales en tiempo real en directo, siempre respetando el horario de clases. «La obligación de hacer este cambio rápidamente fue inigualable», dice Martínez. «Por supuesto que una primera implementación no lo es todo, pero la experiencia nos dirá cuáles son las cosas que podremos mejorar si esto resulta exitoso. Sabemos que esta experiencia nos está marcando algo y que debemos saber interpretarlo para reconvertirnos en algo nuevo. No hay mal que por bien no venga. Estamos todos frente a una gran oportunidad de transformarnos en una educación mejor».
Aprender a aprender
Se trata de sostener la atención en una tarea sin distraernos, de hacer foco, de trabajar la persistencia
La mirada de Melina Furman en torno a la educación está avalada por su trayectoria en ese terreno (es doctora en Educación por Columbia University, profesora de la Universidad de San Andrés e investigadora del Conicet. Furman sostiene que esta cuarentena habilita saberes nuevos y hace un especial hincapié en la capacidad que la formación a distancia desarrolla para el aprendizaje en general: el «aprender a aprender», algo difícil y que los educadores están intentando inculcar a los niños desde pequeños. Se trata de «sostener la atención en una tarea sin distraernos, de hacer foco, de trabajar la persistencia». Son habilidades para la vida que se van desarrollando de a poco y cuya adquisición representa toda una oportunidad.
Por: Aixa Rocca
Fuente: Diario La Nación